jueves, 22 de julio de 2010

minería e historia

El oro no ha librado al Perú
de su ancestral pobreza

Por Juan Carlos Lázaro


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Lima (Xinhua).- El descubrimiento del imperio de los incas por los españoles en 1532 no sólo reveló a Europa una nueva civilización americana, sino también al "país del oro", donde este metal era abundante hasta lo incalculable.


El conquistador Francisco Pizarro y sus soldados tomaron como rehén al inca Atahuallpa en Cajamarca para obligarle a pagar un cuantioso botín de oro por su libertad.


Atahuallpa repletó de oro dos habitaciones hasta la altura donde llegaba su mano levantada, pero Pizarro no cumplió con liberarlo, sino que lo ejecutó cruelmente para luego lanzarse al saqueo general de su imperio.

La ambición por el oro y el ultraje sexual de las mujeres indígenas impulsaron a los soldados españoles en la empresa conquistadora del imperio de los incas, al cual pasaron a llamar "Pirú" al comienzo, y luego "Perú".


En los casi 300 años en que el Perú fue colonia de España, el mar Atlántico vio navegar incesantemente hacia el Viejo Mundo carabelas, goletas y bergantines repletos del oro extraídos de las minas de los andes peruanos.


En esa época en Europa se acuñó la frase "Vale un Perú" para indicar algo muy valioso, en referencia a la abundancia de oro y de otros metales preciosos del país que tuvo como antecedente al legendario imperio de los incas.


Desde entonces, Perú y oro son sinónimos.


Pero esta abundancia de oro no ha librado al Perú de su ancestral pobreza, aunque en los últimos años ha contribuido en forma significativa al crecimiento de su economía.


En círculos intelectuales peruanos se debate a veces una frase que se atribuye al estudioso y explorador italiano Antonio Raimondi: "El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro".


La región Cajamarca, en el norte peruano, se convertirá en los próximos cinco años en el nuevo polo de la inversión en minería aurífera de Latinoamérica, aseguró la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE).


Según la Sociedad, en esa región se ejecutarán varios proyectos mineros, entre ellos el de Minas Conga de la Minera Yanacocha, con una inversión de 2,500 millones de dólares, y el de La Granja, de Río Tinto, con otros 1,000 millones de dólares.


También se incluyen el proyecto de Chaquicocha, con 400 millones de dólares de inversión de la Minera Yanacocha; el de La Zanja con 60 millones de dólares de la Compañía de Minas Buenaventura en sociedad con Newmont, y el de Tantahuatay, con 56 millones que serán invertidos por las empresas Buenaventura y Southern.


La región Cajamarca está a 862 kilómetros al norte de Lima y su territorio, que tiene como columna vertebral la Cordillera de los Andes, se extiende entre la sierra y la amazonía peruanas.


A mediados de abril pasado, el oro se cotizaba en el mercado internacional en 1,130 dólares la onza, marca reconocida como histórica que ha convertido a este preciado metal en un "refugio seguro y estable" frente al deterioro de las monedas fuertes.


En el Perú, según el gremio de los empresarios mineros, por cada dólar que se gana por el mayor precio del oro, el 34 por ciento va para el Estado, 8 por ciento para los trabajadores y la diferencia para la empresa que invirtió en el proyecto.



©Derechos Reservados Agencia de Noticias Xinhua

viernes, 16 de julio de 2010

Pollo a la brasa, el plato más popular
del Perú, quiere conquistar China


Por Juan Carlos Lázaro

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Lima, 15 mar. (Xinhua).- Tras extender su exquisito sabor por diferentes ciudades de Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y Japón, el pollo a la brasa llegó a China de la mano del chef peruano Eduardo Vargas y se apresta a conquistar el paladar del país más extenso y poblado del planeta en tan sólo cinco años, según sus planes.

El desafío es enorme tratándose de un país tan extenso y poblado como China, pero Vargas es un hombre de amplia experiencia como empresario gastronómico –que ya ha logrado éxito en ese país– y el pollo a la brasa ha demostrado el poder de su exquisitez más allá de las fronteras peruanas.


Desde su llegada a Shangai en 2002, Vargas ha abierto seis restaurantes de diferentes especialidades, los cuales son testimonio de su aceptación y éxito como empresario y cocinero cuyo principal capital son el arte y la experiencia de la gastronomía peruana, cada vez más difundida en el mundo.


“Brasa Chicken”, instalado desde fines del 2009 en Shangai, mide apenas 77 metros cuadrados, despacha sólo para llevar, y vende un promedio de 100 pollos al día, pero los planes del chef peruano son instalar 10 de estos restaurantes en cinco años y abrir también sus puertas para la atención directa al público.


De hecho, Vargas ha elegido el plato más estratégico de la culinaria peruana por su consumo y demanda masiva, por su aceptación entre todas las clases sociales, y por el ritual de su degustación que devuelve al hombre a los placeres primitivos de utilizar las manos.


Los historiadores de la cocina peruana han precisado que el pollo a la brasa nació en el exclusivo restaurante La granja azul, que se inauguró el 19 de diciembre de 1949 en Chaclacayo, un distrito campestre ubicado al este de Lima, y tuvo como principal promotor a Roger Schuler.


Se cuenta que Schuler determinó la especial cocción que tendría el pollo a la brasa observando la forma en que una de sus cocineras lo preparaba, aunque hay quienes sostienen que lo que hizo fue una adaptación del pollo al spiedo, un plato de origen europeo.


Actualmente, los cocineros peruanos recomiendan para la preparación de este plato contar necesariamente con un pollo hembra joven –por su carne suave y jugosa–, al cual se le arrancan las vísceras, se le adereza y se le cocina al calor de las brasas de un horno que puede ser de carbon, de leña o gas.


Pero el elemento fundamental de su exquisito sabor surge del aderezo –comentan los cocineros peruanos– el cual se prepara con diferentes ingredientes como cerveza negra, romero, huacatay, pimienta, sillao, comino, ají panca, etc., siendo el fundamental la sal. Algunos le añaden hasta pisco, una bebida tradicional del Perú.


El pollo a la brasa se sirve acompañado de papas fritas y de ensalada de lechuga fresca, así como de las salsas de ají amarillo y de cebollita china picada. También se le añade mostaza, mayonesa y ketchup.


En la localidad de Iquitos, en la amazonía peruana, las papas fritas son reemplazadas por el plátano frito o la yuca.


Las especialidades de este plato tienen que ver con su corte: pollo entero, medio pollo y un cuarto de pollo.


El pollo a la brasa sale entero del horno y se le divide en cuatro partes mediante dos cortes: uno longitudinal y otro transversal.


Durante los años 50 del siglo pasado, el pollo a la brasa fue un potaje exclusivo de las altas esferas sociales limeñas, aquellas que sólo podían desplazarse con movilidad propia hasta La granja azul, en Chaclacayo, un restaurante lujoso que además ofrecía a sus clientes un hermoso paisaje campestre.


En La granja azul también se originó el ritual de comer el pollo a la brasa con las manos, como lo hace la gente del campo o “como comen los dioses”.


Franz Ulrich, socio de Schuler, se encargó posteriormente de la fabricación de los hornos especiales (braseros) que se requieren para la preparación de este plato.


Sin embargo, en 1965 Heriberto Ruíz, uno de los empleados de Ulrich, se independizó de éste y pasó a convertirse en el principal fabricante de hornos para la preparación de pollos a la brasa.


A mediados de los años 60 se abrieron algunas pollerías en diferentes distritos de Lima, lo cual hizo al pollo a la brasa la gran novedad de la época, pero fue en la siguiente década cuando su consumo se masificó, alcanzando demandas superiores a las del ceviche y del chifa, los de mayor consumo del país de los incas.


Actualmente los restaurantes de pollo a la brasa prosperan en todos los rincones del Perú, y los hay desde los exclusivos instalados en barrios residenciales y de elegante estética, pasando por los que integran extensas cadenas (con granjas propias), hasta el que se gestiona como un simple negocio individual o familiar.


En algunos distritos de Lima –la capital del Perú– hay entre tres y siete “pollerías” en cada cuadra como sucede en la avenida Venezuela, de Breña, en la avenida Sucre, de Pueblo Libre, o en la avenida Aviación, de San Borja.


El mismo panorama puede observarse en muchas provincias, resaltando entre ellas Chiclayo, Huancayo e Iquitos.


Las cadenas más extendidas de venta de pollos a la brasa son Norky´s y Rocky´s, pero entre los restaurantes mejor acreditados figuran Pardo´s Chicken, La Tranquera y La Caravana.


Una estadística registró que sólo en el año 2007 se vendieron en el Perú más de 371 millones de pollos a la brasa, lo que representó una venta de aproximadamente 100 millones de dólares.


La internacionalización del pollo a la brasa se inició durante la última década del siglo XX, cuando aparecieron restaurantes de pollo a la brasa en Argentina, Bolivia, Brasil y Ecuador, así como también en Nueva York, San Francisco, Canadá, España y Japón.


De otro lado, mediante el sistema de franquicias se han establecido pollerías con las marcas peruanas de Pardo´s Chicken en Santiago de Chile (2003) y en Miami (2008), y con la marca de La Caravana, en Los Ángeles (Estados Unidos), entre otras. (JCL).

(Derechos reservados Agencia de Noticias Xinhua)
Chicha, la música más popular
del Perú, se exporta al mundo


Por Juan Carlos Lázaro

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Lima (Xinhua) .– Chicha es la denominación peyorativa impuesta a un ritmo de música popular peruana que, no obstante sus orígenes marginales, ha ganado amplios mercados en América Latina, Estados Unidos e inclusive Asia.

Entre gran parte de la juventud de América Latina, la chicha goza de más preferencias que el rock y la cumbia. Las radioemisoras y canales de televisión le dedican sus espacios estelares. Y sus intérpretes son elevados al altar de la leyenda.

De carácter netamente mestizo, las primeras expresiones de música chicha surgieron en el Perú a mediados de los años 60 de la fusion de la cumbia colombiana o de la guaracha con los ritmos andinos primero y luego con los amazónicos.


Amaro La Rosa, estudioso del fenómeno de la música chicha, sostiene que esta denominación no está ligada –como suele suponerse– al nombre de la ancestral bebida de maíz fermentado que se usaba con carácter ceremonial durante el incanato.


Sugiere, en cambio, que la denominación surgió por la canción “La chichera” –que sería el primer tema de este género– grabada en 1967 por el grupo Los Demonios del Corocochay, que se caracterizaba precisamente por interpretar cumbias con tonalidades andinas.


Otros estudiosos apuntan que la música chicha fue obra de Enrique Delgado, músico con formación académica, quien en el mismo año de 1967, con su grupo Los Destellos, graba un disco de 45 rpm. con los temas “El avispón” y “La ardillita”.


Uno y otro tema fueron popularizados internacionalmente con gran éxito por el arpista Hugo Blanco, consangrándose así el nuevo género.


Por esta época también ingresará a escena la agrupación Juaneco y su Combo, de la amazónica provincia de Pucallpa, a cuyas interpretaciones de cumbia mezclará los ritmos amazónicos y brasileños, generando así la segunda gran vertiente de la música chicha.


Socialmente el origen de este ritmo está vinculado al intenso proceso de migración interna que experimentó el Perú de los años 60 y 70, el cual desplazó inmensas masas de habitantes de provincias hacia Lima, la capital del Perú.


En esa época la cumbia colombiana estaba de moda en diferentes países de América Latina.


Los migrantes de provincia, principalmente del ande, en su afán por incorporarse y asumir la cultura occidentalizada o criolla de la capital peruana se abocaron a cultivar la cumbia y otros ritmos tropicales pero sin renunciar a sus propias raíces musicales andinas.


Así fue cobrando forma el nuevo ritmo, bautizado despectivamente como “chicha” por los sectores criollos de la capital, siempre desdeñosos de lo provinciano y más identificados con lo foráneo, sobre todo si es de color blanco.


La música chicha, por lo demás, es la expresión más difundida de un fenómeno mayor y más complejo que sociólogos como Aníbal Quijano han denominado “cholificación”, es decir, el proceso de mestizaje cultural que tiene como principal componente lo andino.


Durante los años 60 y 70, sobre todo en esta última década, Lima fue prácticamente invadida por los migrantes provincianos, quienes llegaban a la capital impulsados por dos motivos fundamentales: seguir estudios superiores o trabajar en la ciudad.


Al comienzo la migración de provincias fue auspiciada por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), el cual inclusive ensayó la creación de una comunidad autogestionaria, como Villa El Salvador, al sur de Lima, que no prosperó.


En 1973 los migrantes de provincias asentados en la capital constituían el 45,8 % de su población total de tres millones 302,523 personas.


Pero ante el bloqueo de los canales de la formalidad política y económica, estos migrantes fueron empujados a vivir en las márgenes de la ciudad y a crear sus propias fuentes de producción y trabajo, las cuales en gran medida se desarrollaron en las calles de Lima.


Este proceso de incorporación de lo andino a la experiencia citadina y cosmopolita de la capital dio curso a un complejo mestizaje cultural, del cual forma parte la música chicha, llamada también “música tropical andina”, “cumbia peruana” o “tecnocumbia”.


Desde entonces, lo marginal, lo informal y lo provinciano es identificado en Lima y en el resto del Perú como “cultura chicha”, expresión de inconfundible resonancia peyorativa y que ha dado lugar a extensos e intensos debates entre los intelectuales peruanos.


En la vision de Mario Vargas Llosa, autor de “La ciudad y los perros”, el Perú de la cultura chicha “hierve de vitalidad y gracias a su energía y voluntad de sobrevivir el país no se ha desintegrado con los desastres económicos y políticos de las últimas décadas”.


Para otros, la cultura chicha –que rechaza abiertamente a todas las instituciones del Perú formal por ineficientes y corruptas–, “ha creado una base de sustentación social muy extendida para la anomia o el cinismo moral” que “alienta el autoritarismo”.


En este mismo sentido, pero refiriéndose al campo de la música, el antropólogo Rodrigo Montoya opina que “del encuentro entre lo andino quechua y lo moderno a través de la chicha, la cultura quechua se empobrece porque sencillamente pierde mucho más de lo que gana”.


“Pierde el quechua y la poesía que se deriva del dominio de esa lengua, pierde el valor de la comunidad y el principio de reciprocidad que aquella encierra”, manifiesta.


Desde el polo opuesto, el antropólogo José Matos Mar replica lo que considera “el punto de vista del indigenismo purista” y, en cambio, considera que “es indudable que la música chicha expresa un nuevo patron cultural en ascenso”.


“Su presencia y avance –dice– constituyen una muestra notable del peso que han llegado a tener los migrantes y la cultura que portan en la decision de la dinámica viva de la cultura metropolitana y en la formación de una conciencia nacional unitaria”.


Ex presidiario que antes de dedicarse a la música ejerció de zapatero, Lorenzo Palacios Quispe, más conocido por el sobrenombre de Chacalón, es el ídolo más emblemático de la música chicha y de quien se decía que “los cerros bajan cuando canta”.


Con su grupo La Nueva Crema, en los años 80 popularizó su canción “El provinciano” que se convirtió en el himno de los jóvenes migrantes andinos en Lima. En 1987 la Unesco lo premió por su tema “Niños pobres”.


Los conciertos multitudinarios de Chacalón generaron el formato de los “chichódromos”, espacios de interpretación y baile de la música chicha, que a la vez son mercados altamente rentables para la venta de cerveza y, lamentablemente, también para las drogas.


Se calcula que unas 60 mil personas, principalmente migrantes andinos, concurrieron a los funerales de Chacalón en 1994.


Con el nuevo siglo apareció en las pantallas de los televisores peruanos el programa de música chicha “La movida de los sábados”, conducido por Janet Barboza, que por mucho tiempo fue imbatible en sintonía y dio curso a otros programas del mismo género.


En la radio, igualmente, los programas de música chicha lideran la sintonía, inclusive en frecuencia modulada (FM), que antes les cerraba las puertas como si fueran la peste.


En este nuevo siglo también se ha impuesto con enorme popularidad la tercera vertiente de la música chicha, llamada a la vez chicha costeña o tecnocumbia, en la que destacan conjuntos como Aguamarina y el Grupo Cinco. La historia de esta última fue llevada a la televisión.


La chicha se ha expandido por diferentes países de América Latina y los Estados Unidos, pero es en la provincia argentina de Jujuy donde ha generado un movimiento musical muy fuerte que mueve medios de comunicación y empresas de espectáculos.


Ultimas noticias indican que el ritmo también ha llegado a los países europeos y asiáticos y que en Japón brilla el grupo Fantasía Latina. (Fin).

sábado, 10 de julio de 2010

Cusco, la ciudad más cosmopolita del Perú





Por Juan Carlos Lázaro (Xinhua)

Su alto flujo turístico, que supera el millón de visitantes al año, convierte al Cusco en la ciudad más cosmopolita e internacional del Perú, superando en este aspecto a Lima, la capital y la urbe más moderna de este país andino.

Son fundamentalmente dos las razones por las que el Cusco es la ciudad más visitada por los turistas extranjeros que llegan a este país: fue la capital del legendario Imperio de los Incas, y en su ámbito se halla la imponente ciudadela de Machu Picchu, reconocida como la tercera entre las siete nuevas maravillas del mundo.

Pero más allá de Machu Picchu, Cusco concentra un pasado histórico entre épico, esplendoroso y trágico y está inundada de sitios arqueológicos como los de Sacsayhuamán, Choquequirao, Ollantaytambo, Wiracocha, Qenko, Pukará, Tambomachay, etc., por lo cual se le considera también la “Roma de América”.


Esta ciudad, cuyos arquitectos la configuraron como un puma, se halla a 1.106 kilómetros al sur este de Lima, en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, a 3.400 metros sobre el nivel del mar, exactamente en la cuenca del río Huatanay, con un extremo que penetra en la Amazonía.


Su población, de un poco más de medio millón de habitantes, es triplicada por el flujo de turistas que la visitan cada año, procedentes de diferentes lugares del mundo, al punto que un agudo observador describió al Cusco actual como una nueva Babel o el lugar donde se confunden todas las lenguas del planeta.


Pero ese flujo de millón y medio de visitantes al año se incrementará con 60.000 nuevos turistas, brasileños sobre todo, cuando en los próximos meses se inaugure el tramo de 1,100 kilómetros de la Carretera Interoceánica Sur que unirá al Cusco con la ciudad carioca de Río Branco.


El titular de la dirección regional de Comercio Exterior y Turismo del Cusco, Jean Paul Benavente, señaló que ofertar el producto Amazonía-Andes-Pacífico será la primera meta para impulsar el desarrollo del sector turismo de Perú y Brasil.


Para ello se requiere generar los paradores turísticos (lugares de descanso y comercio) en zonas claves como Quincemil o Marcapata en el Cusco, e involucrar en esta tarea a los distritos aledaños que sufren índices muy altos de extrema pobreza y analfabetismo, dijo.


Pero Cusco no sólo atrae por sus monumentos arqueológicos, sino también por su pasado colonial, cuyos impertérritos testimonios, visitados por millones de turistas, lo constituyen los diversos templos religiosos y las mansiones levantadas por los españoles sobre las construcciones incaicas.


Entre los más impresionantes figuran la Catedral, levantada sobre el palacio del inca Wiracocha y que contiene una de las mayores colecciones de arte colonial del Perú, y la iglesia de la Compañía de Jesús, edificada sobre el palacio del Inca Huayna Cápac, cuya fachada se muestra como alto ejemplo del barroco andino.


Otros son las iglesias La Merced, también de estilo barroco, que atesora en uno de sus aposentos un crucifijo (custodia) de oro de 1.30 metros de altura con 1,500 diamantes, y la de Santo Domingo, construida sobre el gran templo incaico del Coricancha, y que posee una pinacoteca muy valiosa con lienzos de los siglos XVII y XVIII.

Asimismo atraen a los turistas la iglesia y el monasterio de Santa Catalina, la iglesia de San Blas, el monumento al Inca Pachacútec, el palacio arzobispal, el palacio del Almirante, la Casa de los Cuatro Bustos, la casa del inca Garcilaso de la Vega y el beaterio de las Nazarenas.

Aparte de sus 10 museos, altamente instructivos, entre los atractivos del Cusco también están los mercados artesanales ubicados en la calle San Andrés, en la Plaza de Armas, en la avenida El Sol y en la calle Triunfo.

Pero al margen del turismo, hay tres factores que hacen pensar que el Cusco puede estar en vísperas de un gran despegue económico si sabe negociar la explotación de sus recursos naturales, tal como ha advertido el analista de temas políticos y económicos Alfredo Barnechea.


El primero son las reservas probadas de gas natural en los lotes 56 y 88 del yacimiento de Camisea, que según la consultora Netherland, Sewell & Associates, Inc. (NSAI) ascienden hasta 15.92 trillones de pies cúbicos (TCF), cifra que aseguraría este recurso por 40 años.


Segundo es el impulso de la explotación del cobre de la mina Tintaya, que al año produce 300.000 toneladas métricas de concentrados de cobre, lo cual representa el 12,1 por ciento del total nacional de producción de este metal.


Y tercero es la construcción de la carretera Interoceánica Sur que representa una oportunidad para vincular a los agricultores, ganaderos, artesanos e industriales de Cusco, Puno, Arequipa y Madre de Dios con el gran mercado de Acre, Rondonia y Mato Grosso de Brasil.


Según la arqueología y la antropología, el Cusco habría surgido como consecuencia del colapso del reino del Tiahuanaco, que floreció en la altiplanicie sudamericana, a orillas del lago Titicaca, el cual también sería venerado por los incas.


Unos 500 hombres provenientes del altiplano se habrían establecido paulatinamente en el valle del río Huatanay, proceso que culminaría con la fundación del Cusco.

Aunque se desconoce la fecha exacta, por vestigios hallados en el lugar se ha acordado que el emplazamiento donde se ubica la ciudad ya se encontraba habitada hace 3000 años.

En cambio, su emplazamiento como capital del Imperio Inca o del Estado del Tawantinsuyu data de mediados del siglo XIII, por lo que el Cuzco aparece como la ciudad habitada más antigua de toda América.


Su fundación, alrededor del año 1200 después de Cristo (d.C.), está envuelta en la leyenda y se le atribuye al primer jefe del Estado inca, Manco Cápac y a su hermana y esposa, Mama Ocllo, quienes “surgieron de las espumas del lago Titicaca como hijos del Sol”.


Cusco, una denominación que no se sabe si es quechua o aymara, significa “ombligo” o centro del mundo.


Otras hipótesis indican que el fundador del Cusco fue Pachacútec, el noveno inca o emperador, con quien a la vez se inició la expansión del Tawantinsuyu y su hegemonía sobre otras culturas regionales que le antecedían en creación.


A la llegada de los españoles, a fines de 1533, el Imperio de los Incas se extendía desde la ciudad de Quito (capital de la actual república de Ecuador) hasta el río Maule, en la zona central de Chile.


La fundación española del Cusco, a cargo del conquistador Francisco Pizarro, quien la llamó “noble y grande”, ocurrió el 23 de marzo de 1534, un año antes de la fundación de Lima, proclamada desde su inicio como capital del Perú.

En 1536 Manco Inca inició una guerra muy larga y sangrienta para echar de su reino a los invasores, por lo que primero incendió y después sitió el Cusco durante varios años.

Esa guerra concluyó en 1572 con la derrota de Tupac Amaru I, el último emperador de la dinastía inca.


El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui, un indio de noble estirpe que se hacía llamar Túpac Amaru II, se levantó en el Cusco contra el dominio español, dando así el primer paso en el proceso de la independencia de las colonias de España en América.


A partir de la independencia del Perú, en 1821, Cusco se convirtió en el eje del desarrollo de su zona sur andina, impulsado principalmente por la textilería, la ganadería y la agricultura.


En 1911, el explorador norteamericano Hiram Bingham comunicó al mundo científico su “descubrimiento” de Machu Picchu, la ciudadela incaica que ya había sido visitada por otros viajeros como el peruano Agustín Lizárraga Ruíz, quien nueve años antes de Bingham abrió el camino para llegar a esas ruinas.


En la segunda década del siglo XX, el Cusco fue el centro de un vigoroso movimiento de intelectuales indigenistas que produjo literatura, sociología e historia y cuyo programa de ideología socialista apuntaba a la recuperación del indio y a la revalorización del pasado incaico.


En 1933 el Congreso de Americanistas realizado en Argentina declaró al Cusco "Capital Arqueológica de América del Sur".


En 1978 la Séptima Convención de Alcaldes de las Grandes Ciudades Mundiales, realizado en Milán, Italia, declaró al Cusco "Herencia Cultural del Mundo", y el 9 de diciembre de 1983, en París, la UNESCO la declaró "Patrimonio Cultural de Humanidad". (Fin).

jueves, 25 de marzo de 2010

Machu Picchu fue descubierta antes de llegada Bingham

Por Juan Carlos Lázaro



Lima, marzo (Xinhua) -- Nueve años antes que el explorador norteamericano Hiram Bingham llegara a las ruinas de Machu Picchu, éstas ya habían sido descubiertas por el hacendado cusqueño Agustín Lizárraga Ruíz, quien puso el pie en la notable ciudadela incaica exactamente el 14 de julio de 1902.

Para dejar constancia de su descubrimiento, Lizárraga tomó un trozo de carbón y trazó sobre una de las piedras del Templo de las Tres Ventanas una inscripción que decía: "Agustín Lizárraga – 14 de julio 1902 – para la posteridad".

Uno de los depositarios de los testimonios de esta aventura histórica era José Gabriel Cosio, catedrático de la facultad de Letras de la Universidad San Antonio Abad del Cusco, quien tiempo después sería designado representante del gobierno peruano en la expedición de Bingham.

La figura de Lizárraga, sin embargo, fue olvidada, relegada o dejada de lado aún por aquellos historiadores que sabían de su papel precursor en el descubrimiento de Machu Picchu.

El prestigioso historiador Luis E. Valcárcel, en su libro "Machu Picchu, el más famoso monumento arqueológico del Perú" –que acaba de reeditarse–, atribuye su descubrimiento a Bingham, y se limita a señalar que, "como suele suceder con todos los descubrimientos, hubo precursores", pero no menciona a Lizárraga.

La recuperación de Lizárraga recién empieza, ha trascendido los claustros de la universidad cusqueña y al menos por ahora dos historiadoras han recogido su aventura precursora en obras de valiosa consulta sobre Machu Picchu: Yasmina López Lenci y Mariana Mould de Pease.

Asimismo, los guías turísticos cusqueños que ilustran a los visitantes extranjeros interesados en las ruinas de Machu Picchu, citan ahora a Lizárraga como el precursor de su descubrimiento y narran episodios de los testimonios de sus acompañantes.

Pero, irónicamente, tal como lo ha resaltado la historiadora Mould de Pease, el mejor y definitivo reconocimiento de Lizárraga ha llegado por el lado del mismo Bingham, cuyo tercer hijo, Alfred M. Bingham, publicó una biografía de su padre con datos reveladores sobre el descubrimiento de Machu Picchu.

En esa biografía, el autor narra que en una de las libretas de apuntes que su padre llevó en la expedición a las históricas ruinas incaicas, encontró anotadas unas líneas que decían: "Agustín Lizárra es el descubridor de Machu Picchu y vive en el pueblo de San Miguel…".

Exactamente, Agustín Lizárraga vivía en el pueblo de San Miguel, donde era dueño de tierras, y de donde probablemente partió la expedición de julio de 1902 que le permitió descubrir antes que otros la histórica ciudadela incaica, a la cual envuelve aún una serie de enigmas no develados completamente.

Contra la opinión de ciertos historiadores, Lizárraga era consciente de la importancia histórica de su objetivo, pero carecía de apoyo y no estaba vinculado a los círculos científicos y académicos, de ahí que organizó una expedición a la que integró a sus amigos Enrique Palma y Gabino Sánchez, y a la cual financió con su propio dinero.

La expedición se enfrentó machete en mano a una naturaleza amenazadora, llena de precipicios, acechada por el turbulento río Urubamba, todo lo cual hacía prácticamente inexpugnable la ciudadela real de los incas, tal como la habían planeado sus constructores.

Pero la expedición llegó a su objetivo y, tras desbrozar parte de la maleza, dio con el asombroso monumento arqueológico, una enorme construcción de piedra tallada en el abismo, donde Lizárraga escribió su nombre y la fecha del hallazgo.

Si en algo falló la expedición fue en no informar al Estado, a la prensa, a la Universidad y a la intelectualidad local sobre su descubrimiento. De esta aventura sólo se enteraron los pobladores de los pueblos de Mandor y San Miguel.

Según la historiadora Mould de Pease, pocos años después Lizárraga emprendió una nueva expedición para confirmar el descubrimiento de Machu Picchu, pero esta vez la suerte no estuvo de su parte y el explorador cayó al río Urubamba donde se ahogó y su cuerpo nunca fue hallado.

Uno de los acompañantes de la primera expedición de Lizárraga, Enrique Palma, integró en 1904 otra expedición de nueve personas (seis hombres y tres mujeres) que también llegó a las históricas ruinas y a quienes se puede considerar los primeros turistas de Machu Picchu, puesto que su viaje tuvo carácter de excursión, sin fines científicos.

Según el testimonio de Palma, recogido tiempo después por su hijo, el viaje fue difícil, pero no tanto como la primera vez, puesto que Lizárraga ya había trazado la ruta y en parte había desbrozado el camino.

Machu Picchu se halla en la selva alta del Cusco, que fuera capital del Imperio Incaico, a 570 kilómetros al sudeste de Lima.

Bingham llegó por primera vez al Cusco en 1909, interesado en "la ciudad perdida de los incas" (Vilcabamba), de la cual tenía referencias por las crónicas de los conquistadores y misioneros españoles.

Pero en esa ocasión sólo halló el pueblo de Choquequirao. En su segundo viaje al Cusco entró en contacto con su compatriota Alberto Giesecke, entonces rector de la Universidad San Antonio Abad, quien lo estimuló en su empresa y le informó todo cuanto se sabía en la zona acerca de Machu Picchu.

Autorizado a explorar Machu Picchu por el primer gobierno de Augusto B. Leguía, muy proclive a atender cuanta solicitud procediera de Norteamérica, Bingham buscó en el Cusco a los lugareños que tenían noticias de las ruinas, quienes a la vez le informaron sobre el descubrimiento de Lizárraga.

Es en esta ocasión que Bingham debe haber anotado en su libreta: "Lizárraga descubrió Machu Picchu…", añadiendo datos sobre su probable ubicación como las líneas que dicen: "y vive en el pueblo de San Miguel, cerca del puente", pensando acaso encontrarlo, pero sin saber que el personaje ya había muerto.

De todas maneras, siguiendo la ruta trazada por Lizárraga en 1902, Bingham llegó a las ruinas al frente de una amplia expedición financiada por la Universidad de Yale, de la que era profesor, y por la National Geographic Society, y el 24 de julio de 1911 reveló al mundo científico la existencia de Machu Picchu.

A fines de ese mes también llegó a Machu Picchu una expedición de la Universidad San Antonio Abad, encabezada por Cosio y con la tardía autorización del gobierno, encontrando avanzados los trabajos de exploración y embalaje de las piezas arqueológicas halladas en las ruinas por Bingham.

Esta expedición universitaria también la integraba Enrique Palma, quien pudo observar que aún permanecía en una de las piedras del Templo de las Tres Ventanas la inscripción que dejara Lizárraga durante su viaje de descubrimiento de 1902, en el cual él fue uno de sus compañeros y ayudantes.

Las fotografías que tomó Bingham en su primer encuentro con Machu Picchu demuestran que parte de la ciudadela no estaba cubierta "por la vegetación de los siglos", como solía decir, sino que ya había sido deforestada, lo cual indicaba que antes que él otros habían explorado las ruinas.

Las fotos fueron publicadas en el libro "Retrato de un explorador: Hiram Bingham, descubridor de Machu Picchu", firmado por Alfred M. Bingham, el tercero de sus hijos.

El gobierno de Leguía autorizó a Bingham llevar a la Universidad de Yale con fines de investigación las piezas arqueológicas halladas en Machu Picchu, pero sólo por un periodo de 18 meses, transcurridos los cuales debía devolverlas al Perú, algo que ni Bingham ni esa casa de estudios cumplieron.

En diciembre de 2008 el Estado peruano demandó a la Universidad de Yale ante el tribunal de Connecticut por las piezas arqueológicas de Machu Picchu, a lo cual la Universidad pidió a los jueces desestimar el reclamo peruano.

Ante esta situación, historiadores y científicos peruanos empezaron a replantearse el caso del descubrimiento del monumento arqueológico más famoso y valioso del Perú y ahora debaten si el papel de Bingham fue el de "descubridor" o el de "saqueador" de Machu Picchu.

viernes, 19 de febrero de 2010

Cambio climático atenta contra centro arqueológico de Chan Chan

Por Juan Carlos Lázaro



Lima, feb (Xinhua) -- El cambio climático y el fenómeno de El Niño mantienen en peligro al centro arqueológico de Chan Chan, en la costa norte del Perú, el más grande centro ceremonial y ritual del mundo antiguo y sede del primer imperio de América antes de la llegada de los españoles.

Cristóbal Campana, director de la unidad ejecutora de ese complejo arqueológico, confirmó a Xinhua su alerta lanzada hace un año y dijo que los dos fenómenos pueden afectar a Chan Chan, una inmensa ciudad construida totalmente de barro frente al océano Pacífico.

Declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1986, ese mismo año se le inscribió en la lista de "patrimonio en peligro", de la cual no ha conseguido salir hasta la fecha, pese a los esfuerzos del Estado peruano que ha invertido grandes sumas de dinero en su conservación.

Chan Chan, que significa "Sol esplendoroso" o "Sol refulgurante", llegó a ser sede del reino Chimú, el cual floreció en la costa norte del actual territorio del Perú desde el año 1000 hasta 1470 y tuvo como principales divinidades al Mar y la Luna.

Se supone que su nombre -Chan Chan- tiene que ver con la intensa exposición solar que soportaba la ciudad. Su ubicación cercana a las playas demuestra la importancia que tuvo la pesca y el mar para sus habitantes.

También se calcula que su construcción -iniciada por culturas anteriores a la Chimú- duró más de seis siglos y en ella se emplearon materiales propios de la región.

Se ha investigado que los muros de adobe de las ciudadelas o palacios fueron levantados sobre cimientos de piedra unidos con barro, cuya característica principal muestra que eran anchos en la base y angostos en la cima.

Para los pisos, rellenos de paredes, rampas y plataformas se emplearon adobes rotos, junto con tierra, piedras y otros desechos. La madera se usó para hacer postes, columnas y dinteles. También se usó la caña, el carrizo y la estera. Los techos fueron confeccionados entretejiendo atados de paja.

Los historiadores consideran a Chan Chan la ciudad de barro más grande de América, pero a decir de Campana también es el centro ceremonial y ritual probablemente más grande del mundo.

Actualmente el sitio arqueológico cubre un área de aproximadamente 20 kilómetros cuadrados. La zona central está formada por un conjunto de 10 recintos amurallados (llamados "ciudadelas") y otras pirámides solitarias.

En la parte central, que cubre un área de aproximadamente seis kilómetros cuadrados, sobresalen su plaza ceremonial, sus corredores adornados con alto relieves de peces y aves, el salón de audiencias y el recinto funerario.

En cierta época, Chan Chan llegó a ser rival del Cusco, la capital del Imperio de los Incas. Nuevas evidencias sugieren -señala Campana- que su gran extensión obedecía básicamente a funciones ceremoniales y rituales para mostrar y mantener el poder de sus gobernantes.

La mayor parte de las ceremonias en Chan Chan se realizaban para recordar el origen marino de sus fundadores y mantener su poder dinástico, a la vez que sus recintos servían de sepultura de sus grandes señores, a manera de quien siembra la semilla.

Es posible que allí estén sepultados los gobernantes que organizaron el primer imperio prehispánico (Chimú), señaló el arqueólogo. Otros estudiosos estiman que Chan Chan tuvo 10 soberanos.

El primero fue Tacaynamo y el último Minchancaman, quien fue derrotado en 1470 por el inca Túpac Yupanqui.

Una rebelión de los chimús contra el imperio incaico en 1500 dio lugar a la dura represión del inca Huaynacápac, quien ordenó saquear e incendiar Chan Chan.

Cuando llegó el conquistador español Francisco Pizarro en 1532, los corredores y palacios de la ciudad sólo eran un pálido reflejo de su viejo esplendor y estaba habitada por pocas personas de escasa importancia política y económica.

La destrucción de Chan Chan continuó durante la época del virreinato del Perú (1532-1821), pues existía la creencia que entre sus muros y pirámides se escondía un gran tesoro en piezas de oro y plata, por lo que fue objeto de constantes saqueos y excavaciones.

Sus actuales enemigos son el cambio climático y el fenómeno de El Niño, una corriente de aguas calientes que recorre el mar peruano de norte a sur.

El cambio climático por un lado y por otro las filtraciones del mar y el descuido en que se le tuvo por mucho tiempo, ya ha ocasionado la pérdida de 10 por ciento del complejo arqueológico.

Precisamente el pasado jueves 11, una intensa lluvia ocasionó graves rajaduras en sus pisos e inundó sus pasadizos, lo cual obligó a suspender durante 24 horas las visitas de turistas, cuyo interés en Chan Chan se ha acrecentado en los últimos años.

La unidad ejecutora que dirige Campana restaura actualmente lo muros perimetrales de los llamados palacios o ciudadelas con el fin de devolverles su impresionante altura y espesor.

"Se han recuperado los bellos frisos del palacio de Nik An, hemos educado ya a 22.000 niños como "Ciudadanos de Chan Chan" y, entre otras muchas tareas, trabajamos haciendo coberturas para los muros", dijo el arqueólogo a Xinhua.



viernes, 12 de febrero de 2010


Para antiguos peruanos el acto sexual era un ritual religioso
Por Juan Carlos Lázaro

Lima (Xinhua) – Para los antiguos peruanos de las culturas precolombinas e incaica, el acto sexual era un ritual mágico religioso que reproducía el proceso de fecundación de la tierra (la Pachamama) por obra del Dios del Agua que encarnaba la fuerza masculina.
Así lo sostiene el arqueólogo Federico Kauffmann-Doig, quien ha investigado el tema desde los años 80 y cuyas conclusiones están plasmadas en dos libros, de los cuales el más reciente es “Sexo y magia sexual en el antiguo Perú”.
El antiguo peruano era agricultor y entendía que la tierra no podia dar ningún fruto si no era fecundada por el agua, lo cual lo llevó a polarizar estas dos fuerzas (femenina y masculina), que a la vez transfirió a la esfera divina y tributó adoración mediante el acto sexual, dijo.
Kauffmann-Doig explicó que sus referencias a la antigua cultura peruana o andina comprenden a aquella que comenzó hace tres mil o cuatro mil años en el territorio que hoy es el Perú, que siguió un largo proceso de evolución y que tuvo varias ramificaciones en diferentes culturas.
Los antiguos peruanos, contra lo que generalmente se cree, no tenían ni creían en un solo dios hacedor de todo lo existente, sino en dos dioses que representaban a las dos fuerzas creadoras del universo: la femenina (la tierra) y la masculina (el agua), señaló.
Ellos, dijo, elevaron la cópula, la relación sexual a la esfera de la magia, de los ritos, de los dioses.
Las investigaciones de Kauffmann-Doig tuvieron como base fundamental las representaciones que sobre el acto sexual fueron plasmadas en los huacos de las diferentes culturas precolombinas, fundamentalmente de las culturas Vicús y Mochica, así como las crónicas de la conquista del Perú.
Tanto Vicús como Mochica, anteriores a los incas, se desarrollaron en la costa norte del Perú, de cara al Océano Pacífico, en un territorio caracterizado por sus extensos desiertos de arena e intenso sol.
Las investigaciones sobre la cultura Mochica realizadas por Rafael Larco-Hoyle en los años 30 del siglo pasado, descubrieron una gran cantidad de huacos que ilustran ampliamente sobre su actividad sexual.
Esas representaciones de su vida sexual –dijo Kauffmann-Doig– indican que practicaban las ocho o nueve posiciones fundamentales de la cópula tal como se practican en la actualidad, pero entre ellos tenían un carácter mágico-religioso.
Asimismo explicó que el hecho que otras culturas diferentes a la Vicús y la Mochica no hayan dejado testimonios tan explícitos sobre su vida sexual indica que entre ellas habían fuertes restricciones y férreos controles en esa materia.
Los incas, por ejemplo, castigaban cruelmente el adulterio y la homosexualidad, aunque ésta solo era permitida “en relación a ciertos conceptos religiosos muy arcaicos” en algunas provincias.
El investigador explicó que en el incanato sólo al monarca –por su alta jerarquía– se le permitía tener varias mujeres, por lo que para él se crearon los “acllahuasis’, es decir, la Casa de las Escogidas.
Las “acllas” eran mujeres escogidas especialmente para el inca a quien acompañaban durante sus largos viajes y que aquel también podia usar para entregar a algún general o soldado como premio por alguna hazaña.
En cambio, según ilustran los textos y gráficos del cronista indio Huamán Poma de Ayala, el adulterio entre las personas comunes en el incanato era castigado mediante crueles torturas, como la lapidación pública o colgando de la cabellera a los autores de esa falta.
Kauffmann-Doig señaló que el tema de la virginidad de la mujer en el incanato era entendido como una afrenta, algo muy diferente a como la entiende Occidente y el mundo actual.
“La mujer que llegaba virgen al matrimonio o al servinacuy (convivencia pre matrimonial) era mal querida y señalada como fea, sin gracia, una señal de que nunca había gustado a los hombres”, explicó.
En cambio, dijo, el matrimonio se entendía como algo sagrado, un ritual a los dioses creadores, de ahí también que se castigara cruelmente el adulterio.
Hay testimonios, señaló Kauffmann-Doig, de que en el incanato las parejas practicaban el coito anal, especialmente en la etapa que seguía al alumbramiento de la mujer con el fin de no embarazarla otra vez de inmediato.
“Se pensaba que un embarazo inmediato al alumbramiento disminuía la producción de leche en la mujer, afectando a la criatura recién nacida, por lo que la práctica sexual en esa etapa se orientaba al lado anal”, explicó.
El estado Inca se consolidó en el siglo XV durante el reinado de Pachacutec, con sede en el Cusco, y sus sucesores extendieron los dominios de su reinado en gran parte de América del Sur.
Su cultura sorprende por su gran organización social y militar, su planificación económica, su arquitectura (construyeron Machu Picchu) y su agricultura pese a que se desarrolló en una de las geografías más accidentadas del planeta.
El historiador inglés Arnol Toynbee clasificó al incanato entre las culturas superiores del mundo antiguo.