viernes, 30 de mayo de 2014

CESAR MORO, LA BASURA Y LOS IMPOSTORES



"Años después me pregunto cómo situar a Moro en la poesía peruana, a la que parece, también, sustancialmente extraño. En efecto, ¿cómo situar a un poeta auténtico, a una obra realmente original y valiosa, junto a tanta basura, cómo integrarlo dentro de una tradición de impostores y plagios, cómo rodearlo de poetas payasos? Quizá baste señalar que nada vincula a Moro con la vacilante poesía peruana, que nada lo enlaza ni siquiera con las direcciones estimables que ésta ha alcanzado en periodos fugaces. Es cierto que se trata de un poeta puro, porque jamás comercializó el arte, ni falsificó sus sentimientos, ni posó de profeta a la manera de quienes creen que la revolución les exige solo convertir a la poesía en una  harapienta vociferante, pero su pureza no tiene nada que ver con esa suerte de juego de artificio, con esa actitud de aislamiento, de prescindencia del hombre y de la vida, que impregna a cierta poesía de gabinete con un penetrante olor de onanismo y sarcófrago".

Mario Vargas Llosa
Diccionario del amante de América Latina (Barcelona 2006).

miércoles, 22 de enero de 2014

La técnica adquiere carácter de personaje en las novelas de Vargas Llosa


Audaz tecnología narrativa y zigzagueante andadura política de inspiración sartreana en el autor de La ciudad y los perros.

 
Por Juan Carlos Lázaro

El tratamiento simultáneo o paralelo de varios tiempos y espacios dentro de un mismo episodio, que revolucionó la técnica de la moderna novela latinoamericana, es el más sólido aporte a este género del escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien fuera galardonado con el premio Nobel de Literatura en el 2010.

Esta innovación, confesó el escritor, la tomó del cine, donde es absolutamente natural pasar de una época a otra mediante un simple fotograma, sin que el espectador se sienta sorprendido. En cambio “en literatura, era muy difícil hacerlo”.

“Que yo sepa, nadie lo había hecho antes. Conscientemente, yo creo haberlo hecho por primera vez en el epílogo de La ciudad y los perros, le dijo Vargas Llosa al periodista Alfredo Barnechea en una extensa entrevista1, en la que añadió que esa técnica está insinuada en sus primeros cuentos.

Esa técnica deslumbró a su propio creador, hasta convertirla en “un personaje más”, “algo muy visible”, y persistió con ella en sus novelas La casa verde y Conversación en la Catedral, publicadas en los años 60, las cuales le dieron renombre internacional, además de varios premios.

Después de este experimento, Vargas Llosa buscó “desaparecer la técnica”, según su propia confesión, aunque posteriormente volvería a ella haciéndola aún más compleja, como sucedió en Historia de Mayta, de 1984, una novela en la que ensaya audazmente la relación entre ficción e historia y que fue muy mal recibida por la crítica de izquierda.

Con la publicación de La ciudad y los perros en 1963, cuando sólo tenía 27 años, Vargas Llosa estuvo entre los primeros autores que generaron el llamado “boom de la novela latinoamericana”, en el cual también brillaron el colombiano Gabriel García Márquez, el mexicano Carlos Fuentes, el argentino Julio Cortázar y el cubano Guillermo Cabrera Infante, entre otros.

Cuando se produjo el “boom”, sólo dos escritores latinoamericanos habían sido premiados con el Nobel de Literatura: la poeta chilena Gabriela Mistral y el novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias.

Pero en 1971, el más codiciado premio literario del mundo, otorgado anualmente por la Academia Sueca, fue concedido al poeta chileno Pablo Neruda, en 1982 al novelista colombiano Gabriel García Márquez, y en 1990 al poeta y ensayista mexicano Octavio Paz.

Novelista, ensayista, dramaturgo y periodista, Vargas Llosa es el sexto escritor latinoamericano sobre quien recayó el galardón del Nobel, con lo cual corona una brillante carrera literaria iniciada en su adolescencia, en la que no han faltado las pugnas con otros escritores y sobre todo el debate político.

Por mucho tiempo su paradigma de escritor fue Jean Paul Sartre, el novelista, filósofo y dramaturgo del existencialismo para quien el ejercicio de la literatura era un compromiso, una elección, y la palabra una acción transformadora de la sociedad. Por consiguiente, literatura y política tenían que ir de la mano.

En consonancia con el pensamiento sartreano, Vargas Llosa suele repetir que la vocación literaria surge de una ruptura con el mundo y con la realidad. Por consiguiente, expresa una necesidad de transformación personal o social.

Lo que queda en el subconsciente o en la biografía secreta del escritor son las causas o los factores de esa vocación por la ficción literaria, y que en su caso personal habrían tenido que ver con su rechazo a un padre prepotente y tiránico, enemigo de la literatura, tal como lo confesó en sus memorias tituladas El pez en el agua.

En diferentes páginas autobiográficas, el escritor ha recordado que empezó a escribir antes de los 10 años, como un divertimento, a manera de continuación o extensión de las historias que leía vorazmente en su niñez transcurrida en las ciudades de Cochabamba (Bolivia) y Piura (en el norte del Perú).

Pero “la primera cosa que escribí en serio”, dijo, fue a los 15 años y se trató del drama La huida del inca.

Con un pie en la literatura y el otro en la política, el Vargas Llosa adolescente empezó militando en la democracia cristiana, luego pasó al movimiento social progresista y después a la célula “Cahuide” del clandestino Partido Comunista Peruano de los años 50.

En los años 60, radicado en París, trabó relación con su admirado Sartre y adhirió a la naciente revolución cubana liderada por Fidel Castro. Sin embargo, años después rompería con aquella y con su jefe a raíz de la prisión y humillación pública que hizo víctima al poeta Heberto Padilla y la hostilización de ese régimen contra otros escritores cubanos como Cabrera Infante, Reynaldo Arenas y José Lezama Lima.

La publicación de La guerra del fin del mundo en 1981, considerada por muchos su mejor novela, se interpretó como una severa crítica a los fanatismos ideológicos a partir de la fabulación de la guerra de los canudos contra el gobierno monárquico en el Brasil del siglo XIX.

Desde entonces Vargas Llosa empezó a manifestarse abiertamente contrario a los regímenes comunistas mientras inclinaba sus simpatías políticas hacia la socialdemocracia de modelo europeo. Su próxima conversión, en los años 80, lo reveló como un convencido de las virtudes de las doctrinas liberales de Karl Popper en política y de Friedrich von Hayek en economía.

En 1987, a raíz del intento del primer gobierno de Alan García de estatizar la banca, encabezó un movimiento de protesta que frustró ese propósito y generó las bases para la fundación del movimiento Libertad, de ideología liberal. Luego abrió un debate de ideas que obligó al repliegue a la izquierda peruana, la mayoría de estirpe estalinista, abatida por la quiebra de sus paradigmas tras la caída del Muro de Berlín.

Sin embargo, en 1990 Libertad fracasó en su proyecto de llevar a la presidencia de la república a Vargas Llosa, quien fue vencido en las urnas por un político sin trayectoria ni programa como Alberto Fujimori, alguien "fabricado" por el Apra y apoyado por la izquierda en su camino al poder. Dos años después Fujimori cerraría el Congreso y convertiría a su gobierno en un régimen cívico-militar.

Ante la propuesta de un general fujimorista para despojarlo de la nacionalidad peruana, el escritor se nacionalizó español en 1993 sin renunciar a su nacionalidad original. Pero también se volcó a la denuncia del régimen fujimorista al que acusó de degollador de la democracia en el Perú.

Antes de concluir el siglo XX, Vargas Llosa publicó La fiesta del Chivo, una novela que devolvió a la actualidad los entretelones de la corrupción de la dictadura del general Rafael Trujillo de República Dominicana, de la absurda devoción del pueblo hacia el déspota y de la supuesta acción de un grupo de patriotas que habría terminado con el dictador.

Se decía que su constante adhesión a la doctrina del liberalismo, que se interpreta como alianza con la derecha y el poder económico, había bloqueado el acceso del escritor al premio Nobel, a cuyo jurado se asocia a la corriente socialdemócrata. A estas alturas el mismo Vargas Llosa, al parecer, había desechado cualquier posibilidad de hacerse con tan codiciada presea.

Sin embargo, su tenaz papel de denuncia de la corrupción del régimen fujimorista y de toda forma de poder totalitario lo mostró como un luchador indoblegable contra las dictaduras y a favor de la democracia. Y a fines del 2010 la Academia Sueca se rindió al más audaz tecnólogo de la novela latinoamericana concediéndole el Nobel de Literatura.

Trabajador incansable y de ejemplar disciplina, Vargas Llosa, de 76 años, no cesa de producir y de concebir nuevos proyectos literarios y de escribir sobre política y literatura cada semana en la prensa. En su bibliografía aparecen unos 70 títulos entre novelas, ensayos, dramas y crónicas periodísticas.

Su más reciente novela, El héroe discreto, publicada en el 2013, trata sobre los peruanos emprendedores, aquellos que alcanzaron el éxito no obstante su origen de pobreza y las trabas burocráticas del Estado, pero que ahora enfrentan la amenaza del crimen organizado y la ambición parasitaria de sus herederos.  

(1)     Alfredo Barnechea, Peregrinos de la lengua (Madrid, 1997).